LA REVOLUCIÓN VERDE
No, no es la revolución de un Irán o de un Túnez, por ejemplo.
Entendemos por Revolución verde el incremento sostenido de la producción agrícola que ha tenido lugar en el mundo entre 1940 y 1970, e iniciada en los EEUU. Y en concreto, desde el final de la 2ª Guerra Mundial, la producción agrícola no ha dejado de aumentar, a un ritmo, que aunque no lo parezca, ha superado con creces al aumento de la población, hasta alcanzar una producción de calorías alimenticias suficientes para toda la humanidad, aunque todos conocemos, en mayor o menor medida la existencia de serios desequilibrios geográficos, y que un gran porcentaje de la población hu mana pasa hambre todavía en los albores del siglo XXI, sobre todo en extensas áreas de África y Asia. El correcto reparto de los alimentos (y del agua potable) sería lo razonable en las buenas relaciones entre los países. Pero el ser humano, que inventó la razón, carece de ella en gran medida, tanto en la relación con sus semejantes, como con el sufrido medio ambiente, que incluye a nuestros compañeros de travesía animales y vegetales (macroscópicos y microscópicos), quienes nos guste o no, nos acompañan en nuestras aventuras y desventuras, muchas veces a su pesar.
El incremento de los alimentos disponibles se ha obtenido sin necesidad de roturar nuevas tierras, sino aumentando el rendimiento por superficie, con el consiguiente incremento de producción por hectárea cultivada.
En el espectacular aumento productivo fruto y consecuencia de este fenómeno, ha tenido una parte importante de culpa la difusión de nuevas variedades de cultivo de alto rendimiento, pero también las nuevas técnicas de cultivo que pasan por el uso de grandes cantidades de fertilizantes, pesticidas y tractores y otros tipos de maquinaria pesada. En cuanto al impacto sobre la salud humana de compuestos químicos como los fertilizantes y pesticidas, no es descabellado pensar en su más que probable influencia en la enorme prevalencia de enfermedades autoinmunes como los diferentes tipos de cáncer en personas cada vez más jóvenes, quizás producidos por el rechazo del cuerpo humano a sustancias que no considera asimilables a su propia naturaleza carbónica y que si bien han contribuido a producir este aumento en la capacidad de producción alimentaria, también tiene efectos secundarios muy graves, o como dicen ahora, colaterales. Pero parece que los gobiernos asumen esta circunstancia.
Es posible alimentar a un mayor número de personas, con lo que al aumentar la población, aumenta la esperanza de vida, con lo que la prevalencia de enfermedades también se dispara, algo lógico y normal, pues al envejecer la población, se incrementa la posibilidad de dolencias . El ser humano no está programado genéticamente para vivir más de 50 años (por decir una cifra redonda) en perfectas condiciones de "presión y temperatura", y cuando sobrepasamos esa edad, crece la posiblidad, como mínimo, de sufrir "achaques", a pesar también de los ingentes adelantos en materias tan básicas como la medicina y la higiene, personal y colectiva. Lo que parece tener relación directa, es que el uso de compuestos químicos como los arriba mencionados, ha disparado el desarrollo de enfermedades en un tramo poblacional que anteriormente no las desarrollaba con tanta frecuencia. Pero todo avance, y la Revolución verde lo es, apareja una serie de inconvenientes, como toda actividad humana, que afecta a estructuras corporales que de forma natural no parecen preparadas para recibir en su interior (y procesarlas, metabolizarlas y eliminarlas en consecuencia) sustancias tan ajenas a su naturaleza orgánica basada en el carbono.
Pero también es innegable la batería de beneficios que ha traído consigo a numerosos países cuyos gobiernos se las veían y deseaban antes de esta explosión verde para mantener alimentada a la gran mayoría de la población.
Veamos algunos ejemplos relevantes.
La realización de cruces selectivos de plantas de maíz, arroz y trigo ha logrado crear variedades de trigo, arroz y maíz con las que se multiplicaba la cantidad de grano que se podía obtener por hectárea, se han ido introduciendo en Latinoamérica y Asia durante los años 60 y 70 del siglo XX, mejora que ha permitido que países que hasta entonces habían sido deficitarios en la producción de alimentos cambiaran su fisonomía y comezasen a exportar. La India, ejemplo clásico de periódicas hambrunas, ha logrado, producir suficiente cereal para toda su población. O Indonesia, país muy poblado y con gran presión demográfica, ha pasado de importar grandes cantidades de arroz a exportarlas.
Además del problema del aumento de enfermedades autoinmunes que parecen directamente relacionados con la puesta en funcionamiento de la Revolución verde, pues repito que toda iniciativa humana tiene serias contrapartidas en el medio ambiente (y en la propia salud de todos los habitantes del planeta, con sus correspondientes adaptaciones para superar estos cambios acelerados por la mano del hombre),
y relacionado con estas aseveraciones, nos encontramos con los daños ambientales, y la gran cantidad de energía que hay que emplear en este tipo de agricultura, energía cuya obtención no hace más que generar más y más daños contra el planeta.
Y para acabar con esta breve reseña sobre la Revolución verde,
decir que el término fue utilizado por primera vez en 1968 por el ex director de USAID (United States Agency for International Development), William Gaud, y que fue iniciada
por el agrónomo estadounidense Norman Borlaug con ayuda de organizaciones agrícolas internacionales.
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